2 de agosto de 2012

Lo que pasa en Siria cuando nadie mira

Toda guerra se basa en la mentira, y no es menos para Siria. Mientras continúan los enfrentamientos en Aleppo, y a los occidentales se nos vende que la causa del Ejército Rebelde Sirio es el baluarte de una incipiente democracia, nos parece justificable y hasta admisible que acontezca otra contienda civil en un país de Oriente Medio.





En un escenario controvertido para el gobierno sirio, en el que ya Assad alienta a sus tropas hablando de una batalla histórica en la que “se decide el futuro de Siria”, el mandatario da sus últimos ánimos a un ejército que ya ve cercano el cuello bajo el hacha del verdugo. En Occidente, nos congratulamos de esto, cómo no. Exigimos carnaza. Ya vimos colgar a Saddam, ajusticiar por las calles a Gadafi y digerimos, como se nos dejó ver, el asalto a la casa de Bin Laden en un barrio periférico paquistaní. Todo nos parece ya normal y que salte la chispa de nuevo no es algo que debería sorprender, de hecho nos vamos a alegrar. Pues bien, si alguien duda por qué en estos 16 meses el dictador Bashar Al Assad, y al final último responsable de esta oleada de violencia, no ha sido ajusticiado ya es porque tiene socios muy poderosos que la comunidad internacional, desde luego, no puede “saltarse a la torera”. Que el conflicto tenga una trascendencia internacional no es difícil, lo controvertido es qué camino tomar para frenar la violencia y, segundo, cuando esto acabe, ¿lo que vendrá será mejor que lo que había?

No nos indignemos tan pronto, y pensemos que algunos hacen lo que tienen que hacer. Por ejemplo, la Organización de Naciones Unidas. La ONU ha hecho siempre lo que ha hecho, y lo único que se le deja hacer desgraciadamente, y en esto tampoco se ha quedado atrás. Ha redactado con sus miembros resoluciones,  impuesto unas sanciones económicas y diplomáticas que, lejos de generar alguna molestia al régimen sirio, provocan una carcajada perpetua con cierto sentido de culpa. El plan de los 6 puntos para la pacificación en Siria, obra de Koffi Annan, se vendía como el proyecto más elaborado del enviado especial para Siria y para proyectar su diálogo con la Liga Árabe. Sin embargo, conforme el gobierno desoía las indicaciones y jugaba “a las medias tintas” con El Pacificador de Oriente, parecía ser la guinda que coronaba un pastel relleno de sangría. 

Para el que no esté informado de ello, o desee refrescarlo, aquí los citamos:

  1. Siria se compromete a trabajar en un proceso político que represente las preocupaciones del pueblo.
  2. Las tropas afines al régimen reniegan la lucha y el uso de armamento pesado en zonas pobladas. Siria trabajará con la ONU para el cese de la violencia según estas medidas se vayan cumpliendo.
  3. El Gobierno deberá conceder una tregua diaria de dos horas para el acceso a la ayuda humanitaria.
  4. Siria abogará por la rápida liberación de presos y disidentes políticos, así como facilitar una lista de ellos y los lugares donde están apresados.
  5. El Gobierno se compromete a permitir la libre circulación de los periodistas y una política de visa que no los discrimine.
  6. Siria se compromete a garantizar la libertad de asociación y el derecho a la manifestación.

Parecía un documento esperanzador, y el hecho de que Siria asegurara en ciertos lapsos temporales a comprometerse en su cumplimiento, hacía que se relajaran los ánimos, mas el que sea un poco avispado y le interese un poco este tema, se dará cuenta que toda intención es mero papel mojado. Koffi Annan dimite hoy mismo como el diplomático estrella para resolver este conflicto, según él alega “por la imposibilidad de una postura común en la comunidad internacional”. Pobre, le compadezco, cuánta razón tiene, ya se ha eliminado al último peón molesto que daba moralinas, y aún puede continuar la fiesta.

¿A quién le interesa que continúe? Pues a los de siempre, a los que ven sus intereses comerciales amenazados en esta región. Se dirá que a Estados Unidos no se le envía invitación para el banquete y que no tiene mucho que decir, pero por donde sale tampoco le dejan estar en paz. Sin ir más lejos, Estados Unidos coloca hoy un bastión exorbitado de fuerzas en el Golfo Pérsico. El motivo es que Irán vuelve a hacer de las suyas y pretende bloquear con sus fuerzas el Estrecho de Ormuz, por el que se da la salida al petróleo de Arabia Saudí, Irak y Kuwait, todos amigos del abanderado de barras y estrellas, y que no les deje jugar en sus intereses comerciales provocará que la chispa se convierta en un fuego imparable. Desde luego, en esto Rusia no va a tener mucho que vetar y ya poco va a poder hacer por su pupilo sirio, si se compromete demasiado con Ahmadineyad.

No me confundan con un pacifista acomodado de salón que grita a su televisor, no es ni mucho menos mi afición ni mi cometido, pónganme el calificativo que deseen al leer esto, pero no llego a entender por qué en unos casos las grandes potencias se dieron prisa por entrar a hacer alarde de justicia y en esta ocasión se contempla con refinada indiferencia.  No sé hasta qué punto resulta rentable permitir esto, que los rusos, en particular, decidan ponerse una venda por lo que sus amiguetes sirios hacen, sólo porque quieren colocarse en una relativa posición hegemónica en Oriente Medio, respecto al bloque occidental. A veces, imagino que todo es un mero sueño, una ilusión circense, en el que la población desarrollada, acomodada, busca alguna determinación, con la que llenar sus conversaciones triviales. Por eso, resulta atractiva la idea de que los representantes de las naciones carguen las tintas contra el actual enemigo "número uno" de los derechos y las libertades. 

La realidad, y parece lo más lógico a dar que pensar por la obviedad, es que todos se sientan a la mesa: cristianos, liberales, musulmanes o judíos, toman sus copas y ríen mientras ven que una parte del mundo se revienta viva por dentro. Y es que eso es lo más peligroso de la vida. Ya lo dijo Einstein, que el mundo no es hostil por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a contemplar lo que pasa.  



 Los verdaderos damnificados por el egoísmo. Historias de la puta guerra.



2 comentarios:

  1. Muy buen artículo señor Franando. Deberías mandarlo a algún periodico para que te lo publiquen en opinión... si lo acortas un poco triunfas!

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  2. Utilizaré ese artilugio lingüístico que venía a decir que si se opina destructivamente sobre un tema y no se hace nada por la resolución del mismo, es porque en realidad eres parte del problema. Me explico con un ejemplo puntual del mundo de la comunicación, estando hastiados de algo tan banal como los realitys televisivos, desde las altas esferas se apuesta por ese rigor informativo encarnizado en la violencia y el dolor, por ello comemos con esas imágenes tan tiernas como son los niños asesinados. Esto quiere decir que este problema lo tenemos hasta en la "sopa de ajo", con lo cual el ser humano tiene esa necesidad de verse reflejado en su propia y brutal existencia diaira con manifestaciones hetereogéneas de poder y sumisión. LLegados hasta aquí y para no extenderme más, abogo por un interés económico y material mundialmente extendido por la venta gratuita audiovisual del terror y la destrucción, luego pensemos que si ese morbo empresarial es tan interesante, es porque nadie tiene un interés exhacerbado en finalizar dichas contiendas, llegando a ser hasta rentables. Luego mi querido y gran amigo, todos y son muchisimos, son parte del problema, y de aquí deducimos porque a veces las tan afamadas y tradicionales sopas de ajo, durante el informativo de mediodía, a veces sienten como un tiro, y otras sean una verdadera delicatessen.
    Sino respetamos valores tradicionales ni propios ni ajenos,¿que camino nos queda?.
    Todo está inventado, por eso no queda lugar para la sorpresa ante la crueldad humana, de hecho, hace unos doscientos años un presidente mejicano dijo: "Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz."
    Tristemente nada hay más universal, que conforme pasa el tiempo, quedan menos cosas por descubrir. Aún así nuestra querida sopa seguirá siendo ancestral, y esta noche en mis sueños aniquilaré la idea de que ya no queda ni un ápice de emoción por la esperanza, no mientras tenga en mi poder el lenguaje afilado de mi libertad neuronal. Como suelo decir ante ese día de mañana inhóspito y mordaz, solo estoy seguro de una cosa, que mañana, cuando me levante, será otro día.

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