28 de septiembre de 2012

Palos y piedras. Justos por pecadores.



Madrid ha escuchado con intensidad su lamento, el llanto y la desesperación de la situación que, desafortunadamente, nos está cayendo en España. El 25 de septiembre vivimos muchos en nuestra ciudad - unos en sus carnes, otros por las televisiones- que el pueblo estaba hablando: “Los políticos no nos representan, el destino de nuestra nación lo marcamos nosotros”…



Se entiende la penuria de muchas familias. Aquí un servidor también la siente igual que ustedes, que observa un escenario donde los jóvenes somos tratados como simple ganado, y esto en la mayor de las suertes, si no representamos un número insignificante. Se entiende que la desesperación por no poder llegar a fin de mes, que ser desahuciado de casa por no poder pagar la hipoteca o, incluso, verse obligado a acudir a comedores públicos puede generar una escalada de rencor hacia los políticos que representan a cada ciudadano, mediante nuestro derecho de sufragio.

Nos cabrea sobremanera, entre los que me incluyo, que los escándalos públicos salpiquen cada vez con la fuerza de un tsunami que derrumba los pocos cimientos de decencia y confianza que teníamos hacia nuestros representantes. Es, máxime, motivo de ira ver que muchos de estos personajes, ni reconocen sus culpas, y la Justicia, que parece estar cegada por intereses creados, no hace nada contra los que roban y se aprovechan de su influencia. Es duro ver la corrupción en un escenario tan dividido, con tantos organismos y políticos por ciudadano que escapan al control de la excelencia y la incorruptibilidad.

Es cierto que es necesaria la reforma constitucional, que las cosas cambien porque nos vemos abocados a un precipicio de estancamiento y decadencia. Ya no somos lo grandes que éramos antes y vemos en nuestros podridos restos una deuda que nos hipotecará por futuras generaciones. Todo lo que parece que se puede hacer, en este caso, es lamentarse y derrumbarse con esta montaña de “mierda” o salir adelante como se pueda, no perdiendo la esperanza y trabajando más duro de lo que lo hacíamos. Quizá Einstein tenía mucha razón, y es que las crisis son verdaderas oportunidades para crear “algo nuevo, genuino” pero también debemos pedirles a los integrantes de nuestro Estado de Derecho un ejemplo más diligente del que nos están demostrando.

Sin embargo, es de recibo también mencionar que las acciones perpetradas durante esta concentración se alejan, peligrosamente, de lo democrático. Recordemos los hechos: hasta el presente lunes, esta convocatoria tenía como lema “OCUPA EL CONGRESO”, se supone que cambió su nombre ante la ilegalidad de la cuestión planteada y de que los políticos, aunque no puedan hacerlo lo mejor que se espera de ellos, también son personas y no se les debe molestar en su puesto de trabajo.

Me da profunda pena que, incluso, muchos se hayan tomado esta convocatoria como una manera de sembrar el descontrol. Siento que a muchos no les puedan gustar estas líneas pero no creo en maquiavélicas tretas para desprestigiar el derecho democrático de la manifestación, no creo que algunos miembros de nuestras Fuerzas de Seguridad y Orden Público estén detrás de los altercados o que los hayan provocado con la mera intención de agredir intencionadamente a los ciudadanos. 

Esas acciones son propias de una dictadura castrista o de una república islámica y, como se puede evidenciar, ese no es el escenario que vivimos.

De todos modos, si esto es cierto, toda esta responsabilidad recaería sobre nuestra Delegada de Gobierno, Cristina Cifuentes, y debe estar atenta para castigar a culpables de tan graves acusaciones. Ya ocurrió un caso de abuso de poder policial en nuestra ciudad, “El Bloque” en Coslada, y todos fueron puestos bajo disposición judicial. Quiero confiar que, si esta vez se cumple toda esa publicidad que invade las redes sociales en los últimos días, la Delegada cumpla con su trabajo y "no se duerma en los laureles".

En cuanto a las acciones de disuasión de la policía en la estación de Atocha de Cercanías de Madrid, admito que no puedo opinar porque no estaba allí y, como unos dicen que las imágenes en televisión se pueden manipular, se puede también pensar que un particular que graba con su cámara también puede estar cegado por su fervor ideológico y realizar la misma operación. Tanto monta, monta tanto. Por lo cual, el deber en este caso es de la Comisión de Investigación que, espero, se celebre y esclarezca los hechos. No le cuelgo el sambenito a la policía ni de “asesina”, ni de “brutal”, y creo que muchos sectores buscan la unanimidad en estas afirmaciones para dividir a las personas. 

No es de fascista ni de anti democrático defender la idea de que también ha habido policías heridos y que, como todo ciudadano, también deben tener su presunción de inocencia.

Para concluir, quiero destacar que no creo que todos los que acudieron a esta manifestación lo hicieran con la intención de “montar el numerito”. Creo que también hay personas que querían mostrar su verdadero descontento y hacerlo de una manera pacífica, tal y como dicta la decencia ciudadana, de los que creo muchos han pagado por los vándalos que tiraban adoquines, arrancaban vallas y se enfrentaban contra la policía. Quiero mostrar mis más sinceras condolencias al padre del chico que recibió una paliza brutal y que se le diagnostica ahora mismo una paraplejía. Lo siento en el alma por él y también entiendo el difícil trabajo que supone controlar a masas agitadas que te arrojan objetos sin poder cometer en esa situación de tensión un solo error. Siento que hayan pagado justos por pecadores, lo siento en lo más profundo de mi corazón y que puedan recompensárseles en la medida de lo posible tanto perjuicio.

No me extenderé más, porque es melancólico ver estas duras imágenes de la ciudad en la que vives y del país del que te sientes miembro con orgullo. Sólo añadiré que estoy de acuerdo en estos cambios pero jamás desde la violencia. Tenemos el peligro de caer en extremos que enfrenten a las gentes y eso jamás es deseable. ESTAS NO SON FORMAS DE HACER LAS COSAS.




Cuanto más elevado es un pueblo, más limitado está en su libertad, y cuanto más educado es un hombre menos libertades se toma. Oswald Spengler, historiador y autor de "La decadencia de Occidente" (29/05/1880-08/05/1936).


1 comentario:

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