18 de septiembre de 2012

Middle East is on fire!

¿Provocaciones sectarias? ¿Odio acumulado hacia la nación que tiene el aparato logístico militar  más vasto de medio mundo? ¿Acaso es ya la separación entre bloques? ¿Viviremos la Tercera Guerra Mundial? Son las inquietudes que nos envuelven en un periodo donde el trabajo escasea, la guerra es escena diaria y la vida parece que se consume en un ahogo de la tráquea del pensamiento. ¿Se avecina una crisis de ideas? ¿Ya nada vale? ¿Todo está permitido? 



No seamos, de todos modos, catastrofistas. Estas preguntas son el reflejo de pensamientos residuales que nuestra mente más pesimista suele manifestar en días en los que el mundo, o al menos media esfera de la comunicación en España, parece ponerse de acuerdo para que los informativos reflejen la cara más oscura de un mundo abocado al desastre. No es para nada así.

Puede que muchos hayan sentido indignación al ver que Estados Unidos no controla la situación como debiera en Oriente Medio. Otros incluso se atreven a achacar a la 'Era Bush' que ahora vuelva a avivarse un fuego en aquellos países donde el 'Gigante Atlántico' ha tenido el valor de luchar. Habrá otros muchos que piensen que esta sucesión de violencia es sólo el reflejo de una conspiración mundial para controlar las pocas reservas petroleras que quedan en el mundo, de tal manera que los precios del mercado puedan fijarse a pleno antojo y así especular con una de las materias primas más necesarias para el progreso del mundo. Se debe decir que muchos de estos factores influyen, si bien uno solo no es aquel que determina todos los acontecimientos venideros. 

Pero lo que hoy atañe es explicar el origen del porqué de esta oleada de violencia en Oriente Medio y por qué las legaciones diplomáticas estadounidenses, y otras europeas, han ‘pagado el pato’. Según grandes medios nacionales e internacionales, todos se hacen eco de que la chispa que ha encendido esta llamarada intensa ha sido una película que ridiculiza al profeta del Islam Mahoma. En La Inocencia de los Musulmanes, su imagen se ridiculiza presentándole como un ser mujeriego, homosexual y asesino de masas. Lo cual es más grave cuando la religión islámica prohíbe rotundamente reproducir imágenes del profeta por considerarle el sumo símbolo sagrado de su religión. Vamos, lo que sería en nuestra doctrina cristiana una representación del Creador.


Todo esto parece haber venido ideado por un viejo conocido. El pastor baptista Terry Jones (que curiosamente comparte nombre con el hilarante de los Python) es un provocador nato. Ya en 2008 quiso quemar el Corán delante de una mezquita portando un arma y amenazando usarla si alguien se lo impedía. El reverendo ya es un viejo conocido en Estados Unidos, y cada año espera montarla para hacerse publicidad durante el 11 de septiembre, una fecha sensible y de gran dolor para el pueblo estadounidense. Es simple oportunismo.

Sin embargo, no achaco la total responsabilidad a este hombre. Si así fuera, y se estimara del todo esta solución, Estados Unidos ya habría pedido disculpas públicamente y habría impuesto sanciones serias contra el distribuidor de esta película. Lo que resulta preocupante, y ahí es hacia dónde vamos, es que el coloso de barras y estrellas no cambia su discurso.

El presidente Obama habla de “no tener piedad y combatir las acciones”. Habrá quienes lo critiquen y pongan, precisamente, de malo de la película a un país que lleva removiendo la antigua Tierra Santa sólo para sacar oro negro. Suena perfecto, demasiado perfecto. La realidad es más bien otra.

Estados Unidos libra la guerra contra grupos integristas desde hace largo tiempo, combatientes que han sido formados en las filas de este gran general y que, ahora, tienen ganas de reivindicar lo que es suyo. Este odio irracional hacia Estados Unidos sólo puede explicarse porque estos yihadistas, como ahora se les llama, fueron el peón, hace ya muchos años, de eliminar al bloque soviético de países de gran influencia en Oriente Medio y que podían atacar a su gran protegido: Israel.

La historia se perpetúa, por eso se sabe ya que el ataque a la Embajada de Bengasi, y donde tuvo la mala suerte de perecer el embajador Chris Stevens, no era para nada una manifestación que se fue de las manos. Fueron atacados con lanzamisiles de fabricación casera y no descansaron hasta dejar víctimas mortales del lado de los americanos. Ya sólo por la naturaleza del ataque se puede apreciar que no son masas agitadas. Hace cosa de dos días, Al Qaeda se atribuyó la autoría de ese atentado. Tres días antes, Estados Unidos obligaba a las autoridades libias a cortar su espacio aéreo para la incursión de ‘drones’ de exploración para localizar a los culpables.

Por lo demás, las manifestaciones ya se extienden hasta Indonesia y no tardarán en llegar a Magreb en pocos días. La instigación de Hassan Nasrallah (líder de Hezbollah) amenaza de graves consecuencias por la publicación de esta película. Otro oportunista que se ha atrevido a señalar con dedo acusador a la nación estadounidense y que llama como un cáncer a contagiarse de ira a toda su comunidad.

Ahora, sólo se espera que Estados Unidos actúe rápido y no deje que Irán también se contagie de esta ira, que interesaba que estuviera más preocupada de lo que le pasa a su vecino Assad y a burlar las sanciones diplomáticas que se le impone por no frenar su programa nuclear. La situación es peliaguda, y hay que actuar con cautela. Ahora, no es momento de quedarse sentado a mirar y ver por qué parte del mundo se forma un pequeño agujero porque ya se ha demostrado que, si eso pasa, va a reventar todo.

Y finalmente, presidente Obama, ante todo, actúe con responsabilidad. Cambie su discurso y no traslade este incidente a su campaña porque pueda influirle que es “blando” ante los asuntos exteriores. Controle los fuegos, pida disculpas a aquellas naciones que se sienten de verdad indignadas por la película y castigue a aquellos que con ese pretexto llevan a cabo acciones terroristas. Su nación confió en que el cambio llegaría con usted, que no habría más problemas con Oriente Medio. La pelota está en su tejado, actúe. Es por el bien de todos.  


"Permitir una injusticia significa abrir el camino a todas las que siguen" Willy Brandt, canciller de Alemania Occidental (18/12/1913-08/10/1992)

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