¿Provocaciones sectarias? ¿Odio acumulado hacia la nación que tiene el aparato logístico militar más vasto de medio mundo? ¿Acaso es ya la separación entre bloques? ¿Viviremos la Tercera Guerra Mundial? Son las inquietudes que nos envuelven en un periodo donde el trabajo escasea, la guerra es escena diaria y la vida parece que se consume en un ahogo de la tráquea del pensamiento. ¿Se avecina una crisis de ideas? ¿Ya nada vale? ¿Todo está permitido?
No seamos, de todos modos, catastrofistas. Estas preguntas son el reflejo de pensamientos residuales que nuestra mente más pesimista suele manifestar en días en los que el mundo, o al menos media esfera de la comunicación en España, parece ponerse de acuerdo para que los informativos reflejen la cara más oscura de un mundo abocado al desastre. No es para nada así.
Puede que muchos hayan sentido indignación al ver que Estados
Unidos no controla la situación como debiera en Oriente Medio. Otros incluso se
atreven a achacar a la 'Era Bush' que ahora vuelva a avivarse un fuego en
aquellos países donde el 'Gigante Atlántico' ha tenido el valor de luchar.
Habrá otros muchos que piensen que esta sucesión de violencia es sólo el
reflejo de una conspiración mundial para controlar las pocas reservas
petroleras que quedan en el mundo, de tal manera que los precios del mercado
puedan fijarse a pleno antojo y así especular con una de las materias primas
más necesarias para el progreso del mundo. Se debe decir que muchos de estos
factores influyen, si bien uno solo no es aquel que determina todos los
acontecimientos venideros.
Pero lo que hoy atañe es explicar el origen del porqué de esta
oleada de violencia en Oriente Medio y por qué las legaciones diplomáticas estadounidenses, y otras europeas, han ‘pagado el pato’. Según grandes medios nacionales e internacionales, todos
se hacen eco de que la chispa que ha encendido esta llamarada intensa ha sido
una película que ridiculiza al profeta del Islam Mahoma. En La Inocencia de los Musulmanes, su imagen se ridiculiza presentándole como un ser mujeriego,
homosexual y asesino de masas. Lo cual es más grave cuando la religión islámica
prohíbe rotundamente reproducir imágenes del profeta por considerarle el sumo
símbolo sagrado de su religión. Vamos, lo que sería en nuestra doctrina
cristiana una representación del Creador.
Todo esto parece haber venido ideado por un viejo conocido. El
pastor baptista Terry Jones (que curiosamente comparte nombre con el hilarante
de los Python) es un provocador nato. Ya en 2008 quiso quemar el Corán delante
de una mezquita portando un arma y amenazando usarla si alguien se lo impedía.
El reverendo ya es un viejo conocido en Estados Unidos, y cada año espera
montarla para hacerse publicidad durante el 11 de septiembre, una fecha
sensible y de gran dolor para el pueblo estadounidense. Es simple oportunismo.
Sin embargo, no achaco la total responsabilidad a este hombre. Si
así fuera, y se estimara del todo esta solución, Estados Unidos ya habría
pedido disculpas públicamente y habría impuesto sanciones serias contra el
distribuidor de esta película. Lo que resulta preocupante, y ahí es hacia dónde
vamos, es que el coloso de barras y estrellas no cambia su discurso.
El presidente Obama habla de “no tener piedad y combatir las
acciones”. Habrá quienes lo critiquen y pongan, precisamente, de malo de la
película a un país que lleva removiendo la antigua Tierra Santa sólo para sacar
oro negro. Suena perfecto, demasiado perfecto. La realidad es más bien otra.
Estados Unidos libra la guerra contra grupos integristas desde
hace largo tiempo, combatientes que han sido formados en las filas de este gran
general y que, ahora, tienen ganas de reivindicar lo que es suyo. Este odio
irracional hacia Estados Unidos sólo puede explicarse porque estos yihadistas,
como ahora se les llama, fueron el peón, hace ya muchos años, de eliminar al
bloque soviético de países de gran influencia en Oriente Medio y que podían
atacar a su gran protegido: Israel.
La historia se perpetúa, por eso se sabe ya que el ataque a la
Embajada de Bengasi, y donde tuvo la mala suerte de perecer el embajador Chris
Stevens, no era para nada una manifestación que se fue de las manos. Fueron
atacados con lanzamisiles de fabricación casera y no descansaron hasta dejar
víctimas mortales del lado de los americanos. Ya sólo por la naturaleza del
ataque se puede apreciar que no son masas agitadas. Hace cosa de dos días, Al
Qaeda se atribuyó la autoría de ese atentado. Tres días antes, Estados Unidos
obligaba a las autoridades libias a cortar su espacio aéreo para la incursión
de ‘drones’ de exploración para localizar a los culpables.
Por lo demás, las manifestaciones ya se extienden hasta Indonesia
y no tardarán en llegar a Magreb en pocos días. La instigación de Hassan
Nasrallah (líder de Hezbollah) amenaza de graves consecuencias por la publicación
de esta película. Otro oportunista que se ha atrevido a señalar con dedo acusador
a la nación estadounidense y que llama como un cáncer a contagiarse de ira a
toda su comunidad.
Ahora, sólo se espera que Estados Unidos actúe rápido y no deje
que Irán también se contagie de esta ira, que interesaba que estuviera más
preocupada de lo que le pasa a su vecino Assad y a burlar las sanciones
diplomáticas que se le impone por no frenar su programa nuclear. La situación
es peliaguda, y hay que actuar con cautela. Ahora, no es momento de quedarse
sentado a mirar y ver por qué parte del mundo se forma un pequeño agujero
porque ya se ha demostrado que, si eso pasa, va a reventar todo.
Y finalmente, presidente Obama, ante todo, actúe con
responsabilidad. Cambie su discurso y no traslade este incidente a su campaña
porque pueda influirle que es “blando” ante los asuntos exteriores. Controle
los fuegos, pida disculpas a aquellas naciones que se sienten de verdad indignadas
por la película y castigue a aquellos que con ese pretexto llevan a cabo
acciones terroristas. Su nación confió en que el cambio llegaría con usted, que
no habría más problemas con Oriente Medio. La pelota está en su tejado, actúe. Es
por el bien de todos.
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